Shortcut de mascotas

Cinzia Ricciuti



I
A Juliana nunca le regalaron un cerebro. A cambio recibió dos hijos, una boa constrictor y un marido; no precisamente en ese orden, pero no importa. Ella es tan boba que es linda. Juega con su culebra y con las personas sin ningún tipo de reparo y se siente feliz. Juliana va al supermercado y compra la comidita para los suyos, Corn Flakes, leche, brócoli, pollo, salmón. Luego siempre va a la tienda de mascotas y busca los hamsters para su culebrita. Ha intentado darles los hamsters a sus hijitos y a su marido, guisados; pero justo antes de llevarlos a la mesa se arrepiente. Todavía está cuerda Juliana. Pero sí le da a la boa el Corn Flakes con lechita, y ésta chupa y chupa y lame con la lengüita. Qué linda la culebrita, qué estúpidos los hijitos y el marido.


II
Lisandro tiene mucha barriga, una pistola, un bate y cría pittbulls; también le pega a su mujer. Desde mi apartamento se oyen los gritos y los ladridos. Viven en una planta baja con un patio pequeño. Me ha tocado ver a Lisandro en interiores en el patio, con la manguera, limpiando el pupú de los perros e insultándolos. También he visto que pasa días sin ponerles comida y cuando llueve, los perros se mojan y se mojan. A él además le gusta cuando talan los árboles de la calle, la única vez que lo vi sonreír satisfecho fue cuando los tipos de la alcaldía derribaron los jabillos. Le tengo miedo a Lisandro. Su esposa, los pittbulls y los jabillos también.


III
María Cecilia ha estudiado mucho, siempre fue una niña aplicada, y ahora, de grande, es socia de un importantísimo bufete de abogados y es buena persona. Tiene un pececito dentro de una pecera pequeña, en su oficina, cerca del teléfono. El pez es bello, negro con una aleta dorsal azul muy elegante. María Cecilia lo adora, lo cuida, el pez le ha durado mucho. Ella me dice que cuando llega en las mañanas, el pececito mueve la aleta con alegría, como si fuera un perrito y también me cuenta que cuando suena el teléfono, él nada nervioso y la mira como diciendo:

—¿No vas a contestar?

Lo que no me ha querido decir María Cecilia es que el pececito es su confesor, su hermano, su espejo.

¿Sabrá María Cecilia que los peces son sordos?

Yo creo que sí, ella lo sabe.


IV
Una vez, cuando yo tenía ocho años, mi mamá compró un pavo vivo, era octubre. Cuando lo vi por primera vez me pareció horrible, torpe y violento, a veces me perseguía por el jardín y yo tenía que pegar carreras para que no me picoteara, pero luego me fui encariñando con él y él conmigo. Hasta aprendió a devolverme la pelota y a jugar al escondite. 

Llegó el 25 de diciembre y nos dispusimos a comer nuestro almuerzo navideño. Para mi sorpresa vi una pata gigante flotando en la sopa. Mi mamá se apresuró a decirme que era una pata de gallina mientras yo le preguntaba dónde estaba mi pavo. No me contestó. No me comí la sopa.


V
Cleo sólo mata mariposas feas y grises, las bonitas las observa. Siempre aprendo cosas de Cleo.


VI
Llueve, escribo poesía, los loros están callados, me levanto, busco la Nutella, una buena cucharada. Voy al cuarto, mi hija duerme, respira serena, nuestra gata, impasible a su lado, le cuida el sueño. Las miro, nos miro, agradezco.

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