Invitación editorial



En alguna parte, el poeta Darío Jaramillo dice que Dios hizo a los gatos para que los hombres y las mujeres aprendieran a estar solos. En alguna otra, una voz en el aire podría declarar que las mascotas existen para que el más mínimo hombre se sienta poderoso. En alguna más, William Blake establece justo en este instante que el tigre se hizo para admirar la simetría terrible. En aquella esquina, un loco de calle quizás, afirme que las mascotas son el sucedáneo de la belleza perdida. Y alguien pudiera decir que la mascota es el dolor. Y alguien pudiera decir que la mascota es la tristeza. Y alguien pudiera decir que la mascota es nuestra única excusa para salir a la calle, una tarde apacible, a verle la cara al parque, esa  pequeña escena del mundo enorme. Y posiblemente ahora, quién sabe, los hermanos Chang proclamen que tienen una tienda de mascotas porque las mascotas son espejo. Así es: en las noches, mientras duermes, la mascota, muy despierta, lanza sus ojos a la luna y sentada en sus cuartos traseros, llora, llora por ti. A veces, las mascotas también nos miran dormir, y se apiadan de nosotros. O anhelan nuestra muerte, por nuestro propio bien. A veces incluso, cuidan de nosotros. Con sus ojos nos cubren de gracia, y aguardan que alguna cosa ocurra en nuestro interior, algo definitivo.

Entra a la tienda Chang, entra a la tienda de mascotas, míralos de cerca. Te engañan. Los peces te engañan con su mutismo y su lentitud. Los perros, con sus ojos tristes. Los gatos son los menos falaces; a los gatos les cuesta mentir. Camina, busca, piérdete en el laberinto de la pecera, mete tus dedos entre los barrotes, deja que te laman, que te muerdan, que de devoren las mascotas. Suya es tu alma.


Fedosy Santaella y José Urriola (veterinarios)


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